Voy a relajar la tónica con un poco de jazz. Que escriba sobre un estilo tan ajeno a las modas no puede hacer más que ahuyentar curiosos, pero así muestro también lo amplia que es la horquilla que aquí se abarca. Me sirve además para hacer referencia al eterno dilema sobre la técnica en la música. No suelen gustarme las pajas instrumentales de trece minutos, en las que cada instrumentista desarrolla un solo de tres minutos para ver quien la tiene más larga. Ni en el jazz ni en ningún otro estilo. Soy de la acera de los que piensan que la técnica debe quedar al servicio de la canción, como resultado que tiene por fin último el de transmitir sensaciones.
En el caso concreto del jazz me encanta la instrumentación y la sonoridad utilizadas, además de agradecerse la utilización de un lenguaje más rico y extenso. Cuando esos elementos se conjugan no en una amalgama de desarrollos técnicos de impresión sino con el objetivo de crear melodías y canciones redondas el resultado puede ser tal que el que sigue:
Kenny Burrell: Downstairs
Kenny Burrell: Downstairs
Wes Montgomery: Bumpin on the Sunset
King Curtis: Soul Serenade
Yo suelo recurrir mucho a este estilo a la hora de estudiar, cuando no me puedo permitir distraerme ni atendiendo a las letras ni con sonidos más estridentes. Entonces procura una atmósfera relajada y bastante adecuada al momento. Pero no solo, sino que caigo en el a menudo cuando me saturo de sonidos más potentes y resulta reconfortante escuchar cosas más livianas. El caso es que no haya silencio.
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