El entorno de por si era romántico. Estaba tomando una taza de té con aroma a crema en un local que ofrece cultura por partida doble: tanto en los estantes que rebosan de libros en cada una de sus paredes como en la gastronomía que ofrece este lugar de decoración cuidada (cafés, diferentes tipos de cervezas y vinos e incluso algunas tapas de sobra elaboradas y dignas para tratarse de una ciudad de segunda del norte de Europa). Entre tanto y tantas sonó una canción que me llamó poderosamente la atención. Pocas veces escucho algo que me entra a la primera, de forma decidida. Ante la cantidad ingente de flujos de contenido musical disponible hemos desaprendido a valorar bien sus cualidades, saltando de un botón a otro de forma apresurada y tratando de saciar nuestro deseo mediante indicadores cuantitativos. De hecho pienso que si hubiera sonado de forma aleatoria en una de tantas listas de Spotify u otro reproductor del ordenador quizá no le hubiera prestado la misma atención. Pero el ambiente era el propicio, y el caso es que me llevé una grata sorpresa. Qué grupo sería el que estaba haciendo esto y qué hacía yo que me lo había perdido hasta ahora. Necesitaba saber el nombre de este nuevo grupo que parecía que podía revolucionar mi panorama musical particular. Una propuesta contemporánea que parecía me podía entrar de lleno, como no es usual. La verdad es que rebosaba de ilusión. Adoro cuando la ocasión permite hacer gala de costumbres en peligro de extinción, como la de los descubrimientos y recomendaciones públicos y personales, por el boca a boca y oido a oido. El tiempo iba ya en mi contra, así que decidí acercarme a la barra y preguntar a uno de los universitarios que gestionan el local por la autoría del hilo musical que entre tanto ajetreo estaba a punto de finalizar. Al investigar más tarde en casa sobre el nombre mencionado es cuando me llevé un pequeño chasco que reforzó mi autopercepción como clásico: nada de nuevas propuestas sino todo lo contrario, quienes sonaban eran unos viejos dinosaurios del rhythm and blues.
El momento era uno de esos en los que te recreas en los pequeños placeres. Que sueles degustar solo y hacia dentro a sabiendas de que difícilmente vas a poder compartir la emoción del momento. Creo que por eso es harto difícil, a pesar de los daños, separarse de alguien con quien has generado una conexión que te permite compartir lo que te sale de más adentro abiertamente y con franqueza. Por lo que creo también que toda relación humana en la que no se logra generar cierta conexión y confianza que permita compartir ciertas inquietudes está abocada al fracaso. De un tiempo a esta parte he caído en la cuenta de que cada vez dedico un mayor interés y esfuerzo a tal menester, ignorando progresivamente todo lo que puede distorsionar el resultado. Pero en este caso otro detalle más me hizo ver que este no podía ser, ni de lejos, el caso: cuando una de las compañeras de mesa se mostró tan extrañada por la curiosidad que me había suscitado una canción que difícilmente tendría hueco en cualquiera de las principales emisoras de radio o televisión. Nada excepcional, solo que me hizo hilar y pensar que era otro de tantos de esos momentos en los que te hacen sentir extraño. Empiezas sintiéndote de tal manera hasta que pasas a discurrir ya en frío que quizá la patología no reside en uno mismo sino que quien desarrolla la enfermedad puede ser el organismo social en que uno habita. Un organismo que genera normas y consensos que llegar a hacerte sentir también singular por decantarte usualmente por lugares como el Palenciano, el Melo´s o similares antes que por cualquier otra franquicia multinacional de cara factura en la relación calidad-precio. Cuando te llegas a sentir hasta intimidado cuando ves que se te exije una respuesta convincente con los motivos por los que uno ni tiene televisor ni le preocupa en absoluto el no hacerse con uno ni al corto ni al medio plazo. O porque la posesión de buen coche sea otra de las cosas que menos sueño te quitan. Cuando después de visitar toda una ciudad observas que a una de las compañeras de viaje lo que le preocupa realmente es la localización del centro comercial, que al parecer no ha visto. Y piensas en la manera en que gusta de invertir el tiempo de ocio y las posibilidades de desarrollo gran parte de los comunes, tanto de mi misma generación como de otras. Y te vuelves a sentir un perro verde, tantas veces contrariado. Aunque sepas que muchos de estos momentos también resultan reconfortantes.
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