14 may 2012

Luces y sombras del 15M (y del conocimiento)

Me apetece mojarme hoy con un tema de rabiosa actualidad política. Ni más ni menos que con uno que afecta tanto a las diferentes sensibilidades como lo hacen las movilizaciones del 15M. Vengo encima para expresar impresiones minoritarias, que no pueden tener la mejor acogida ni por parte de quienes se aferran a sus lemas bajo capa y espada ni tampoco y de forma lógica por parte de quienes repulsan cualquier forma de expresión de crítica y disidencia. Definitivamente, hoy no he venido a hacer amigos.


Este año me pilla en el extranjero y en frío, pero si he de reconocer que el año pasado lo viví de forma presencial y con mucha ilusión. Puedo empezar por tanto haciendo referencia a las luces que veo en el movimiento. Empezando por la más primaria, esto es, el hecho de que ante una situación de regresión social tan intensa como la actual (con unas tasas de desempleo tan infladas, con gran parte de la responsabilidad de la crisis señalada en los usos y abusos de las altas esferas políticas y económicas, sumado a los continuos recortes en derechos sociales hasta ahora concebidos como fundamentales) cualquier expresión de rechazo y movilización es de antemano bien recibida. Siguiendo por el mero hecho de que compartía y comparto aún muchas de las ideas que allí se expresan, aglutinadas bajo el grueso paraguas de la conciencia por una mayor justicia social. Y terminando por la importancia que tiene el hecho de que hayan extendido a los medios de comunicación de masas y la opinión pública las discusiones sobre temas socioeconómicos de máxima relevancia para poder entender el funcionamiento de nuestro mundo (el funcionamiento de la banca y el sistema financiero, el origen de la crisis y la burbuja inmobiliaria, el problema de los desahucios y un largo etcétera).

Y como sobre las razones y los acuerdos hay más escrito a mí me gustaría aportar también algo de crítica al movimiento, a pesar de lo cuidadosa que debe resultar la generalización dada la gran heterogeneidad del mismo. Pero la convivencia en el lugar y el examen más pausado de las causas me ha hecho ir percibiendo también ciertos puntos de desacuerdo. Sin tener duda alguna de que la mayor parte de las almas allí movilizadas están motivadas a ello por buenas intenciones creo oportuno recordar también que éstas no son suficientes a la hora de elaborar buenas políticas o siquiera diagnósticos y propuestas acertadas. En muchos casos y aun partiendo de esa base se llega a la defensa de posiciones y postulados en extremo simplistas, que no se hacen eco de forma realista del estado de las cosas, ya que éste no responde usualmente a los esquemas maniqueos (los buenos frente a los malos, lo blanco frente a lo negro) tantas veces proclamados. La realidad es mucho más compleja, con numerosos matices y profundizaciones necesarias que escapan al dibujo de la realidad expresado únicamente bajo lemas y consignas. Esto ha hecho que en ocasiones haya tenido que tomar cautela y distancia respecto a posiciones que contaban en principio con mi acuerdo al observar que únicamente se sostenían a través de la repetición continua de los mismos tópicos y lugares comunes. A sabiendas además de que a la mínima que intentes sobreponerte a ellos en una discusión corres el riesgo de ser rápidamente etiquetado con algún adjetivo en su sentido peyorativo. Y es que cada vez me dan más miedo quienes expresan una seguridad absoluta en sus planteamientos e ideas. Frente a ello sigo confiando en la inseguridad, la virtud de la duda como arma para el conocimiento y que se enfrenta a la imposición de ideas y la cerrazón ante perspectivas diferentes. Resaltando el poder de estar abierto a la reflexión y la crítica, a la posibilidad de rectificar y aprender de los errores e ir haciendo un ejercicio reflexivo continuo que te permita ir posicionándote a medida que vas aprendiendo.

En ese sentido son muchas las veces que he repetido que no tiene que ver (y es necesario diferenciar) lo que es el espíritu crítico de lo que es una actitud criticona. El espíritu crítico no se sostiene en la mera crítica como fin en sí mismo, como muchos piensan, sino que ésta debe quedar respaldada por el peso de la razón y la reflexión, precisando de un examen de las razones y causas muy elaborado y medido. Y de esto último he visto que algunas veces en las plazas se ha carecido. Cuando en otro orden de cosas he podido hasta observar como a cierta parte de los movilizados lo que les mueve es el gusto por movilizarse no tanto como medio de crítica en el sentido mencionado, sino que en algunos casos responde incluso como ejercicio recreativo. Que al igual que hay a quienes nos apasiona ir a ver conciertos hay otros tantos a quienes lo que les va es irse de mani de forma más o menos rutinaria. Cada uno tiene sus gustos y la opción de cada uno suele ser perfectamente legítima. Creo incluso que en cierta medida puede ser razonable combinar el aspecto crítico y reivindicativo de una movilización con otro, en consecuencia y no como fin, más lúdico. No vería en ello problema alguno si no fuera porque pienso que en el momento en el que un elemento de crítica (como debe ser una manifestación) se convierte en excusa recreativa o de ocio ésta puede perder su razón y sentido más integro.

En otro sentido, me cuesta entender que un movimiento supuestamente emancipatorio caiga tan a menudo en el tópico y el estereotipo. Por ejemplo, creo que quienes peor favor pueden hacer a la noble causa feminista son quienes creen que para serlo (o aparentarlo) ciertamente se obtienen puntos en la medida en que te elabores cierto peinado o vistas de una forma determinada. Lo mismo para quienes creen que un buen indicador del nivel de crítica puede apreciarse en lo desaliñado del aspecto de cada uno. En definitiva, cuando en su funcionamiento cotidiano interfieren y toman fuerza decisiva elementos superficiales y referidos al aspecto frente a los elementos intelectuales y sustantivos referidos a los objetivos de igualdad y mayor justicia social. Huelga decir que cualquier elemento superficial y centrado en la apariencia debería resultar indiferente a cualquier colectivo que se pronuncie en pro de algún tipo de liberación. Y esto, a día de hoy y en un ambiente en el que los estereotipos están profundamente marcados, sigue siendo una asignatura pendiente.

Por no habar del lugar que han tenido en su seno el reiki, las bioenergías y demás pseudociencias de corte buenrollista que suponen un ataque directo a una razón analítica tan necesaria para el examen crítico de las causas y consecuencias de los fenómenos en cuestión. Aquí enlazo directamente con otro de los puntos con los que me distancio de forma nítida de parte de los sectores que conforman el movimiento (y digo parte porque sé a ciencia cierta que hay otros tantos que no pecan de lo mismo): el del recelo y descreimiento habido hacia la ciencia. Durante mucho tiempo me he planteado qué es lo que puede hacer que tanta gente sienta tal desconfianza y recelo hacia el mayor proyecto de emancipación intelectual habido en la historia. Un par de lecturas recientes ("Por un giro analítico en sociología" y "Economía cuantitativa y extremismo político") han ayudado entre otras a sentar las bases de mi pensamiento al respecto, y es que el examen analítico y empírico de los fenómenos (en este caso sociales y económicos) procura un conocimiento más preciso y mesurado de la realidad, que en consecuencia se aparta de los prejuicios y supuestos de que hacen gala las ideologías en sus distintos extremos. Quienes reniegan de este tipo de generación de conocimiento lo hacen porque no es usual que la investigación logre respaldar supuestos extremos e inmutables, por lo que el ejercicio de análisis e investigación es un riesgo que pone de manifiesto la carencia de evidencia de los planteamientos fundados en ideas preconcebidas. Es en ese punto, en la medida que se contrapone a los intereses particulares de cada uno, es por lo que se les hace necesario denostar al cuerpo entero de la ciencia para volverse así impermeables a toda crítica. Es en definitiva la diferencia entre quienes trabajan y gustan de dedicar la mayor parte de sus esfuerzos en tratar de reafirmarse en sus planteamientos en vez de hacerlo en la búsqueda de un conocimiento más metódico, ponderado y abierto a la crítica y por ello más adecuado para lograr un acercamiento a un conocimiento más objetivo. Y éste es, hasta la vista, el gran problema que percibo en los movimientos sociales. Lo contrario es muy tentador, pero yo entre esas dos opciones y a medida que me intereso y doy más entidad a los dilemas políticos, sociales y económicos he terminado por decantarme por la segunda opción. Se sin embargo que quienes gustan de emociones políticas fuertes (quienes se toman la política como si fuera una cuestión deportiva o de colores) no sienten ningún interés por el tipo de soluciones más prudentes y mesuradas.

Si hay una razón que me motive especialmente a pensar así no es precisamente la falta de voluntad crítica sino todo lo contrario, y es que creo que ésta concepción es la que resulta verdaderamente revolucionaria. Usualmente se han apoderado del término "crítico" para designar el tipo de conocimiento que cumple únicamente con un requisito: que en su elaboración haya algún tipo de crítica, independientemente de la forma en que ésta sea abordada. Un "todo vale" en un tipo de conocimiento que rechaza una metodología de trabajo sistemática en favor de planteamientos relativistas. De esta manera se pierde toda posibilidad de sentido crítico, ya que se sirve de ese relativismo para hacerse de nuevo impermeables a la crítica (cada uno se desenvuelve en su reino de taifas con sus códigos y lenguajes particulares y excluyentes, de manera que en última instancia sirvan de barrera para frenar las posibles objeciones, aunque vengan de la mano de la evidencia). Frente a esta inclinación posmoderna creo fundamental entender como conocimiento crítico el que se genera a raíz de un procedimiento metódico y que por definición debe de permanecer siempre sujeto a la posibilidad de contrastación y sometimiento a prueba por unos y otros, independientemente de su condición y en situación de igualdad de condiciones para todos. Es decir, abierto en su sentido más amplio a la refutación y la crítica. En último término, y atendiendo a estas prácticas, creo que no puede haber nada más revolucionario que cimentar cualquier reivindicación o propuesta política no tanto en ideas preestablecidas sino en el conocimiento acumulado.

Sirva esto con la intención de hacer crítica constructiva del movimiento, y si se pudiera, para tratar de solventar posibles errores. No está escrito con ánimo de paralizar movimiento reivindicativo alguno, tan necesario en tiempos de tan magna injusticia. Pero los caminos fáciles no suelen llevarnos muy lejos. Y debemos entender que si se quiere una alternativa política sólida de izquierdas (a la vista está que se anhela en las innumerables y cada vez más extendidas expresiones cotidianas de descontento y desconfianza hacia el funcionamiento del sistema) ésta ha de resultar muy razonable, elaborada y accesible. Desde luego que no puede sostenerse únicamente en la emisión de lemas y lugares comunes que complacen a los escasos implicados de siempre en los movimientos sociales pero que a la vista está que no terminan de calar en el grueso de la población. Además de que en la medida que la alternativa que se proponga resulte menos lúcida únicamente se logrará facilitar a quienes tratan de sostener el status quo sus tareas de auto-legitimación, además de resultarles más sencilla la labor de descrédito hacia la posibilidad de un proyecto alternativo que en cambio podría ser más realista y ambicioso.



PD: A pesar de toda la crítica expresada no puedo dejar de mencionar un hecho de suma relevancia, y es que el sistema de bienestar social que impulsó las décadas de mayor prosperidad en occidente (de los 50 a los 70) y que desde entonces se ha ido desgastando de forma progresiva no surgió de la voluntad de unas personalidades políticas dispuestas en un arrebato de buena voluntad de dotar de concesiones sociales y un mayor bienestar a la ciudadanía. Muy al contrario surgieron un una época muy turbulenta y de fuerte conflicto social, sirviéndose de tales medidas con el fin de apaciguar ese clima de conflicto y así asegurar la paz social (y en última instancia sus intereses). Por ello no conviene menospreciar en ningún momento los posibles efectos de las movilizaciones, siendo en este sentido donde pueden jugar su papel más relevante; más en una época de crecimiento del conflicto social como la que nos está tocando soportar.

2 comentarios:

  1. Esto es de 10. Hasta ahora no había sabido expresar mis propias emociones con tal clarividencia. Aunque yo soy más bien tirando a cazurro y la parte más técnica se me escapa, pero la entiendo. Has dado con uno de los puntos débiles del 15M, la imagen que dan, coño! es que es de cajón, si me sale por televisión un chico con los pelos rastas lo fácil es que con él no se identifique mucha gente, pero no es cuestión de prejuicios, es cuestión de logística, si el fin es más importante ¿porque perderse queriendo reafirmar cierta imagen determinada?. Por mi parte, estoy realmente cabreado con todo lo que está pasando, y me sabe mal no sentirme identificado con el movimiento, pero es que no lo estoy, aunque lo veo necesario. Es difícil que el 15M consiga algo. Después un pequeño apunte. Esto que te voy a decir no es mérito mío, es fruto de una larga conversación con un amigo experto en historia. El estado del bienestar que conocemos en Europa, el que ahora se está desmoronando, es fruto de la 2ªguerra mundial, ni más ni menos, (exceptuando algunos paises) Te estoy hablando del momento justo después del plan Marshall. EEUU tenía que poner de su lado a Europa frente a su oponente al otro lado del telón de acero, y ¿que manera crees que utilizó para tales efectos? ni más ni menos que comprarlos con dinero por diferentes vías (llámale Otan o llámale como quieras) Era necesario hacer creer que estar de esta parte era estar de la parte correcta, y lo consiguieron, ganaron la guerra fría, les arrinconaron. Además, piénsalo bien, es extraño que después de una guerra como la 2ª guerra mundial Europa completamente destrozada y desgastada, entrase en un estado del bienestar de manera tan rápida, España a remolque como siempre. Ahora todo aquello acabó, Europa ya no ofrece ningún aliciente a EEUU, el dinero a había se esfumó en una operación maestra, llámala crisis. En su personal partida de ajedrez ya han encontrado su próximo tablero donde comerciar, Brasil, país emergente en estos momentos. No sé, no sé. A mi me huele que estamos desgraciadamente abocados a bajar nuestro nivel de vida, la prosperidad ya no volverá, es preciso un cambio de chip y de conciencia, hay que vivir con menos y que les den morcilla a los capitales, a las ventas, y al markenting. Y con respecto a los políticos hacerles ver que lo sabemos, que esto ya no se va arreglar y que simplemente nos tienen que cuidar mejor si no quieren recibir algún coctel sin pagita a la puerta de su casa, no hay otra. Menudo rollo. Pero ya ves, mi visión es al mismo tiempo pesimista y tranquila, creo que poco podemos hacer, sólo que salvar la poca dignidad que nos queda. Mi próximo destino es Australia o Canada, aquí no quiero quedarme. Saludos Torres. Una lástima que no te prodigues más con tus escritos, tienes un punto de vista muy lúcido y admirable, y sobretodo comunicas muy bien, así da gusto leer estas cosas. (conrespecto a mi reflexión sé que en un comentario no se puede explicar tales cosas, he generalizado demasiado, pero por ahía anda el meollo del tema)

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  2. Muchísimas gracias! Me sobrepasa tanto halago! :-) Pero sobre todo reconforta mucho saber que hay alguien que te ha leído y encima le ha gustado! Estamos de capa caída, pero no me gustaría en ningún momento dejar de lado la esperanza. Épocas de grandes crisis también pueden convertirse en épocas de grandes oportunidades. Aun poniéndonos en el peor de los supuestos, al que haces referencia (de forma muy sensata), de que nuestra competitividad y nivel de vida caiga... creo que tenemos un desarrollo y un progreso técnico suficiente que nos ha hecho sobrepasar hace tiempo el umbral que puede permitir a todos poder vivir sin problema alguno. Creo que la cuestión más importante radica ahora en el hecho de cómo se distribuye la riqueza habida y generada. En este punto hoy tenemos todavía la batalla perdida (nosotros, pero es posible, ahora estoy viviendo en escandinavia y se lo montan muy bien en este sentido), pero siempre se podrá jugar en ese terreno y luchar por ello para conseguir unas condiciones de vida dignas para el grueso de la población. Y mientras así sea creo que debe haber razón a la esperanza.

    Me gusta ser crítico, pero al final también suelo pecar de optimista. Me gustaría transmitirte algo de ello al menos; intentar no tirar la toalla nunca y seguir dando guerra. Que como dijo no sé quien, al final lo único que permanece es el cambio.

    Un saludo ;-)

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